La mejor etapa de la vida para aprender un segundo idioma es la niñez. Esto se debe a que en el cerebro infantil las neuronas realizan muchas más conexiones sinápticas que en el cerebro adulto, lo cual genera que el cerebro de un niño sea el doble de activo que el de una persona mayor. Además, el rápido desarrollo y crecimiento del cerebro durante la niñez es un factor propicio para la adquisición de habilidades en el área del lenguaje.
Adquirir el primer idioma es un logro complejo, pero sorprendentemente rápido y de bajo esfuerzo para un cerebro en desarrollo, pues la sensibilidad a los sonidos comienza en la fase prenatal. Los recién nacidos ya muestran algunas capacidades complejas en relación con el lenguaje en los primeros meses de vida (Sebastián-Gallés, 2012).
De hecho, se estima que en la actualidad un elevado porcentaje de los bebés de todo el mundo que viven en la ciudad se encuentran expuestos desde el nacimiento a más de un idioma producto del mayor contacto tecnológico y la migración, la cual propicia el bilingüismo.
Las investigaciones científicas han revelado que los recién nacidos que no tienen ninguna discapacidad auditiva son capaces de distinguir todos los sonidos de los idiomas del mundo, aunque no los hayan oído nunca previamente. Sin embargo, al terminar el primer año de vida, solamente conservan la habilidad de distinguir los sonidos que han oído en las conversaciones de las personas que los rodean (Werker y Tees, 2005, citados por Sebastián-Gallés, 2012). Por esa razón, el que los niños crezcan en un ambiente estimulante es enriquecedor en todos los aspectos de su vida, pero en especial en materia de lenguaje.
Por lo anterior, al llegar a la fase en la cual ya empiezan a hablar los niños ya poseen un conocimiento elaborado respecto a los idiomas a los cuales se han visto expuestos. Además, el bilingüismo temprano tiene efectos favorables a largo plazo en las estructuras cerebrales dedicadas al lenguaje e igualmente en otras habilidades cognitivas subyacentes (Sebastián-Gallés, 2012).
Muchos padres se preocupan, pensando que la exposición al bilingüismo puede “confundir” a sus hijos. Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo con niños en edades tempranas han demostrado contundentemente que estos niños no presentan dificultades al tener que aprender de forma paralela más de un idioma. Más bien, el aprender más de un idioma durante la niñez fortalece sus habilidades comunicativas y prepara a los niños para escenarios futuros.
Referencia
Sebastián-Gallé, N. (2012). Adquisición del lenguaje en el niño monolingüe y bilingüe. En Woodhead, M y Oates, J (2012). La primera infancia en perspectiva. The Open University.